sábado, 29 de diciembre de 2007

La Cooperativa


La mañana sorprendió a Ramón Rodríguez en una casa prestada, y con el despertar llegó el recuerdo de que no tiene plata, de que es portador de VIH, y de que todo se pone borroso después de las 19 del día anterior. De todos modos no posee compromisos mayores con la vida, por lo que puede vagar sin que le pese demasiado en la cabeza la condición de desocupado que le provoca la discriminación laboral que sufren los enfermos de S.I.D.A. en Rosario. Alguna ves hubo trabajado para la Secretaría de Servicios Públicos de la Municipalidad de Rosario, pero el consumo de cocaína en horario laboral lo dejo en la calle, ni siquiera los insistentes pedidos del Sindicato al mismísimo Intendente lograron permitirle a Ramón continuar en la planta de personal municipal. Así que sin familia a la que responder y sin demasiados amigos comenzaba cada día con la mayor liviandad posible. Se duchó y salió a la calle. Su único capital una credencial que le otorgó la Municipalidad que lo habilita a viajar gratis en colectivo por su condición de enfermo. Comenzó como todos los días a hacer uso lucrativo de su único capital, paró un 101 rojo y con el permiso del chofer comenzó con su cotidiano discurso: “Señores pasajeros. Pido su atención por unos instantes. Soy portador de VIH, el Estado hace ocho meses que me prometió trabajo y un subsidio, en cambio hace tres meses que no me suministra el AZT, lo único que me dan es esta credencial para viajar en colectivo. Yo tengo a mi hijo en el hospital que necesita cuatrocientos pesos para comprar la medicación que no le quieren dar en el Hospital, cuatrocientos pesos para que mi hijo no sufra ¿qué son cuatrocientos pesos para el Estado?. Yo sé que Ustedes no tienen la culpa de mi pasado, pero sólo cuento con su ayuda para poder comprarle la medicación a mi hijo, él la necesita para seguir viviendo. Cualquier ayuda que me puedan dar va a servir para que mi hijo pueda recuperarse. Muchas Gracias...”. Desde el 6to asiento de la hilera de la izquierda una persona lo observaba, lo hacía tan insistentemente que Ramón se veía impedido de seguir con su habitual discurso, normalmente mucho más largo y lleno de detalles sensibleros. Comenzó a pasar por los asientos con la mano extendida para recaudar los fondos que “salvarían a su hijo” hasta llegar al mentado 6to asiento, ahí el hombre que se encontraba sentado, sin quitarle los ojos de encima, extendió la mano y le dio una tarjeta. “Llamame mañana. Aunque sea de un teléfono público”.
Ramón dejó de cobrar su lastima a los ocasionales pasajeros y se volvió hacia la puerta delantera, se bajo del colectivo que ya comenzaba a andar sin saludar al chofer, quién propinándole una puteada continuó su recorrido.
Ramón estaba extrañado... ¿será Policía?... ¿querrá ofrecerme trabajo?... ¿estará loco?... la cabeza le giraba, hacía años que no sentía una preocupación dándole vueltas por el marote. Miró la tarjeta, decía sólo: “Ricardo Armiño / Cooperativismo en Gral./ 0341-156-864475”.
El sol del mediodía le quemaba la cabeza y las entrañas se las había quemado la noche anterior. Había que parar y Ramón opto por hacerlo en un puesto de choripanes.
Nunca en los años que llevaba usufructuando la credencial de Enfermo Municipal le había pasado nada semejante, solo era subir al bondi y juntar un promedio de diez pesos por cada uno, 170 por día. Un negocio redondo - “...y este hijo de puta me lo viene a arruinar con esta tarjetita.”
Un chori y un tinto frío iban aclarando lo vivido, pero Ramón seguía lleno de intriga. “Mañana lo llamo y se acabó el dilema”. Por la noche tomo unos tragos que le ayuden a mitigar el ansia.

La misma liturgia de todas las mañanas, recordarse enfermo, sin plata. Y al poco rato recordó que tenía que llamar al tipo de la tarjeta, Ricardo Armiño. Recordó las últimas palabras del hombre que le dio la tarjeta “...aunque sea de un teléfono público”, y las consideró una ofensa, se sintió como un minusválido económico. Ramón no lo dudó, compró un teléfono celular para impresionar a su ofensor. A las 11:30 tenía ya su celular funcionando. Esta es la ventaja de comprar teléfonos en el mercado negro, no hay que esperar 24 horas para que lo activen. Con el manguéo Ramón no pasaba necesidades, con una mensualidad aproximada de $3400 trabajando menos de 5 horas. Su Spitch era excelente, lo de los $400 pesos para salvar a su hijo que estaba internado en el hospital conmovía a cuanta comadrona subía al colectivo. Con este cuento Ramón promediaba 3400 por mes, y Rosario es una ciudad indulgente, llena de personas que, una vez descubierto el timo, no delatarían al responsable. Así que después de memorizar su nuevo número Ramón llamó a Ricardo Armiño para evacuar sus dudas. Marcó 156-864475, dudó un instante, siempre es bueno dudar antes de hacer un llamado a un desconocido, la duda no es sobre si efectuar el llamado o no, sino replantearse cómo va uno a presentarse sin que el otro lo desconozca, y además cómo va a plantearse la conversación. Apretó por fin el Send. Sonó una vez: -“Hola, estaba esperando su llamada” dijo la voz del otro lado. Ramón tieso, todo lo maquinado durante su duda echado por tierra: -“¿Sabe quién le habla?”.
-“El mangueador del 101. ¿Usted se piensa que yo ando repartiendo mi tarjetita personal a todos los que tienen cara de nabo?”, esto se salía de los cauces normales “Señor –dijo Ramón indignado- yo no soy ningún mangueador, tengo mi certificado de portador de VIH y se lo...” y sin dejarlo continuar Ricardo Armiño lo interrumpió: “¿Y le parece bueno mostrarlo por ahí como si fuera una cucarda de primer premio de la Exposición Rural?. Le pedí que me llame para hacer negocios, no para comprar su lastima con monedas.”. Ante la amenaza de terminar la comunicación Ramón tomó la palabra sin dejar el tono de ofendido: “¿Qué negocios?”. La sonrisa del ofensor se traslucía en el cálido silencio que se provocó “Véame a las 15 en el bar de Santa Fe 947” y cortó.
Las intrigas estaban a punto de poner fin al posible negocio, es decir, Ramón se estaba hinchando las pelotas. “¿Por qué no me dice de una vez?” o “Que tanto misterio” eran las frases que le daban vuelta la cabeza ahora. Pero Ramón estaba tan cerca en tiempo y espacio del lugar de encuentro que decidió caminar las dos cuadras hasta el bar donde transcurriría la reunión y esperar allí la hora y quince que lo separaba del momento indicado.
El bar del encuentro era de tipo americano, sin mesas, solamente contaba con dos barras, de las que los clientes solo podían optar por sentarse en una, puesto que el ancho del bar no permitía que haya clientes sentados en ambas. A los lados de cada barra se extendía una larga fila de butacas. Los parroquianos podían contarse con los dedos de una mano: 3 personas almorzando, uno tomando un café con un notorio tic nervioso, parpadeaba insistentemente con un solo ojo. Pero entre la concurrencia no se veía la figura de Ricardo Armiño, de todos modos aún faltaba una hora para las 15. Ramón pidió un café y trataba ahora de dejar de fijarse en el tipo del tic, que a esta altura notaba que Ramón lo observaba como se lo hace con un fenómeno de feria. Faltando 5 minutos para las 15 el hombre que adicionaba tras la barra advierte que estaban cerrando. Habiendo quedado solo en el bar, Ramón, decide emprender la retirada. Llama al adicionista para pagarle el café pero este hablando por teléfono hace un gesto de que lo espere. El adicionista le extiende la mano con el tubo del teléfono y le dice –“Para Usted...” Ramón toma el tubo y lo acerca a su oreja –“Hombre de poca fe, le dije que a las 15 estaría allí ¿por qué se estaba usted retirando?” Ramón ya empezó a sentirse, además de molesto, observado –“El adicionista dijo que estaba cerrando, pensé que Usted ya no vendría y ...” por el auricular sonó con cansado tono –“Me parece que con Usted me equivoque, espéreme ahí”. Dos minutos después, siendo las 15 en punto, Ricardo Armiño atravesó la puerta del bar, que por la oscuridad interior y el resplandor de la calle, con un aura lumínica como las de una propaganda de yogurt, pero con el tono sombrío que la ocasión merecía. Sin extenderle la mano, sin siquiera mirarlo se sentó a su lado, el adicionista le sirvió un exprimido de naranjas y, acto seguido, fue a cerrar el bar volviendo luego a su lugar tras la barra sentándose justo frente a ellos, pero sin mirarlos. Ricardo rompe el hielo –“es Usted una persona desconfiada ¿a dónde se iba?”
–“Todo me parece raro – dijo Ramón en tono de confidencia -, Usted me cita en un bar que justo a la hora de la cita cierra...”
-“Es que quiero charlar con Usted de la manera más tranquila que se pueda, pero me pareció muy poco prudente citarlo a un lugar privado para tratar algo que le llevará tiempo entender, más aún siendo Usted tan desconfiado. ¿Cómo es su nombre? no me cae bien llamar a las personas “Usted”.”.
–“Ramón Rodríguez, discúlpeme, no me di cuenta de presentarme. ¿Y el mozo es de confianza?”.
–“Total y absoluta, es mi secretario.”, Ricardo continuó hablando “¿Sabes algo de Cooperativismo Ramón?, ¿Oíste hablar de trabajos individuales sumados para el bien común?”.
-“Creí que me había llamado Usted para hablarme de negocios – dijo Ramón, ahora con vos desilusionada - ¿qué corno tiene que ver el Cooperativismo en los negocios?”.
-“El más grande que jamás haya imaginado: Una Cooperativa de la Lastima. Desde las imágenes de los desnutridos Africanos a los croatas tocando el acordeón en las calles de esta ciudad, la Cooperativa de la que le hablo se encarga de que todo funcione, desde el traslado hasta el estudio de mercado para ver que forma de lástima funciona mejor en cada parte del mundo. Los cuidacoches, los chicos que limpian parabrisas en los semáforos, los nigerianos que incendian autos en los suburbios franceses, Ustedes, la madre Teresa de Calcuta y todas las formas de lucrar con la lástima que suceden en el mundo están controladas y regidas por la Cooperativa. La lástima es uno de los mejores negocios del mundo.” Ramón lo miraba estupefacto, no creía que pudiera existir un hijo de puta tan grande y que estuviese sentado frente a él en este preciso instante: –“Usted es un inescrupuloso, un estafador..”
-“ No se escandalice tanto Ramón, o lo de su hijo que precisa $400 para no sufrir en el hospital ¿no es una cuota barata de sensiblería para enternecer a las matronas?. Nosotros hacemos lo mismo, pero mucho mejor, y en lugar de hacerlo en el recorrido del 101 lo hacemos en todo el mundo”.
Ramón estaba inundado en sudor, la luz dicroica hacía parecer el bar como una sala de interrogatorios, le daba justo en los ojos. No paraba de pensar las posibilidades.
-“ ¿Y que haría yo en esta Organización?”.
-“ Cooperativa, no Organización, Cooperativa. La Cooperativa me ha enviado a buscar un representante para la zona Rosario en el área “Colectivos Urbanos”. Usted es quién mejor se ha desenvuelto. Hace 15 días no hago otra cosa que subir colectivos y esperar a ver en acción a los mangueadores, los he visto a todos: músicos con guitarras, con acordeonas, payasos, payasos con globos, niños que piden sin dar nada a cambio, niños que ofrecen tarjetitas, muchos como Usted, pero ninguno lo superó.”
-“ No sé que decirle, ¿cómo funciona esta Cooperativa?”
-“ Muy sencillo, todos depositamos todos nuestros ingresos o una parte de ellos en la cuenta internacional de La Cooperativa y proporcional al monto depositado se retribuye a fin de mes, el último día hábil, el monto depositado más un 25%.”
-“ ¿Y usted me va a decir que le regalan a uno el 25% porque son buenos?”
-“ Si me deja terminar mi amigo va a entender todo, que, dicho sea de paso, ya debería haberlo intuido. La Cooperativa moviliza los fondos de los mangueadores en las principales bolsas del mundo, o hace prestamos a intereses superiores al 50%, o simplemente hace especulación financiera. De esta manera asegura un mayor bienestar a sus miembros y puede armar una estructura. Usted, por ejemplo, pasaría a ser parte de la estructura. No tendría que subir más a los colectivos a mostrar su carnet de enfermo para vivir.”
-“ Pero nunca me dice que si haría.”
-“ Usted reclutaría mangueadores, les explicaría como es el sistema de La Cooperativa y Usted tendría todos los últimos días hábiles de cada mes una suma depositada en una cuenta bancaria. ¿Le parece a Usted bien?”
-“ ¿Qué suma?”
-“ Eso podríamos verlo ahora mismo si le parece, pero no prefiere pensarlo un tiempo, usted estaba tan espantado hace unos minutos, piénselo bien, mire que seguimos siendo los mismos monstruos que recién le espantó tanto conocer.”
-“ ¿Qué suma?”
-“ ¿Cuanto necesitaría Usted?”
-“ Yo gano $3500 por mes con lo de los medicamentos para mi hijo, ¿en cuanto se incrementarían mis ingresos?”
-“ La suma la pone Usted Ramón.”
-“ $7000”
-“ Perfecto, es Usted más rápido de lo que creía, mañana mismo empieza. Cualquier duda que surja me llama. Adiós.” Ricardo Armiño se paró y se encaminó a la puerta cerrada, levantó la persiana y se perdió entre la gente. Ramón quedó sentado frente al adicionista que lo miraba como mira un muerto antes de los retoques fúnebres detrás de la barra. Ramón salió a la calle y vio el sol de una manera distinta: Ramón ya era parte de la Cooperativa.

miércoles, 31 de octubre de 2007

A Pancho

Ver vistas visibles, viendo.
Comer comida comible, comiendo.
Amar Amadas amables, amadas.
Sonar sonetos sonables, sonados.

Cruzar cruces cruzables, cruzados.
Caminar caminos caminables, caminando
Correr corridas corrientes, corriendo.
Conocer conocidas conocibles, cocidas.

Leer lecturas leíbles, leyendo.
Actuar actos actuables, actuados.
Desear deseos deseables, deseados.

Ser soy... siendo
Pero...
¿Que hacemos con los que vengan viniendo?

martes, 2 de octubre de 2007

Modernelli

Si bien es cierto que existen en el mundo personas que se caracterizan por ser grandes en las tareas en que se desempeñan, Germán Modernelli era uno bien de los del montón. Por otra parte siempre fue su objetivo, desde la escuela primaria se había ocupado perseverantemente en no sobresalir, un ejemplo cabal de eso era su atuendo: pantalón azul pinzado y remera gris. Hiciese frío, calor o estuviese templado el niño Germán Modernelli vestía igual. No hablaba ni fuerte ni bajo, no jugaba ni mal ni bien a esa especie de fútbol que jugaban en los recreos con una pelota de papel, era educado y correcto pero sin molestar. Llegó a la adolescencia, jamás se embriago con el néctar etílico, nunca probó ninguna sustancia estimulante, ni siquiera consumía demasiada azúcar. Así paso el tiempo, conoció a la que sería su mujer y se casó. Y así como nunca se destacó en nada, no lo hizo en la que sería su profesión. Germán Modernelli era un mediocre maquillador, en una mediocre Pompa Fúnebre. Algunas personas se jactan de enviar a las personas al último descanso como si estuvieran respirando, con el color correcto en las mejillas y la mueca justa, a veces tanto que los hacen poseedores de un mejor semblante del que tenían cuando gozaron de la mejor salud, Germán Modernelli los enviaba con un gesto doliente, los labios apretados, mas de una tonalidad de rubor en el rostro. No se podía decir que estaban mal, pero los familiares se quedaban con la sensación de que si hubieran gastado unos pesos más en el acto fúnebre, sus seres queridos irían menos estresados al sepulcro eterno.

Es cierto que uno puede ser un mediocre tranquilamente y nadie es quién para decirle a alguien que es “del montón” en tren de ofensa, pero el mundo de los negocios es implacable y el dueño de la Pompa Fúnebre quería un poco más de optimismo en el gesto de sus clientes, quería muertos más felices y Germán Modernelli pasó a manejar el coche que lleva los ataúdes, el primero del cortejo. Cada vez que pienso en estas unidades rodantes no puedo evitar pensar en una persona que conocí que siempre que ve una de estas vacía se lleva mano a su testículo diciendo: -“Uhhh... esta buscando la hija de puta”, me da gracia, hace eso en lugar de cuidarse del colesterol.

Modernelli fue así el más mediocre de los conductores de cortejos fúnebres y otra vez el dueño sintió que su negocio hacía agua por el mismo lado: Germán Modernelli. Esa mañana cuando entraba a su trabajo, a las 7:00 en punto, le avisaron que el dueño de la Pompa Fúnebre lo esperaba en su oficina. A Modernelli le cambio la cara, pasó de su natural gesto adusto a uno similar al que les propinaba a los difuntos que caían en su retocadero póstumo. Así se dirigió a la oficina tan temida, pocos habían salido de ese gabinete conservando su puesto. Le inquietaba la idea de perder la vida mediocre que llevaba, la posibilidad de verla convertida en un vida paupérrima. En su cabeza giraba la tormentosa idea de no poder conseguir empleo con sus 30 años sin vivir, sin contenido, dejar la tranquilidad del salario a fin de mes por las changas mal pagas y sin continuidad. Se preguntaba si su esposa seguiría dándole sexo los sábados por la noche. Y sumido en ese torbellino, agobiado, llegó a la puerta de la oficina, golpeo. “Pase.” se escuchó del interior. El dueño de la Pompa Fúnebre estaba sentado en su escritorio, parecía atareado. “Tome asiento, termino estos números y estoy con Usted.”. Modernelli se sentó y lo miraba usar la maquina de calcular, ese aparato infernal no paraba de escupir papel. Sin saber si era la calefacción o el temor a lo desconocido el sudor empezó a brotar por todo su cuerpo, respiraba profundo para tranquilizarse, en un momento su mirada se encuentra con la del dueño de la Pompa Fúnebre, Modernelli pensaba que se debía notar su preocupación, dejaba de respirar para no llamar la atención, “Y esa maquina de mierda que no para de escupir papel”. Por fin el hombre del otro lado del escritorio apagó la maquina: “Vea... lo mandé llamar porque su actitud ante la vida me tiene preocupado. A usted le da lo mismo todo: maquillar muertos, manejar coches fúnebres. Todo lo hace Usted con una insoportable mediocridad.”. Lo sorprendió en sus palabras, nunca nadie le había dicho “Mediocre” en la cara, tenía que responder con algo ingenioso pero sin ofender al atacante: “¿No le parece que la calefacción esta un poco alta?” fue la pregunta que creyó más conveniente para salir de la engorrosa situación. El dueño de la Pompa Fúnebre se paró, caminó rodeando el escritorio y reguló la estufa que estaba justo detrás de Modernelli. “Vea Modernelli, el negocio de la Pompa Fúnebre es de una competitividad extrema. Una empresa en vías de expansión cómo esta no puede darse el gusto de tener un mediocre entre sus filas, Usted entiende ¿no?.” le dijo el dueño de la Pompa Fúnebre al tiempo que daba palmadas en su hombre izquierdo.

De una cosa estaba seguro Modernelli: el sofocamiento que sufría ahora no era causado por la estufa. Al fin la circunstancia lo sacó de su eterna modorra, pero aún tranquilo y prolijo, se paró y surtió de un manotazo al dueño de la Pompa Fúnebre: fue su primer acto inconsciente. Se fue caminando por calle Córdoba pensando en parar en un puterio a coger una puta para contarle a su mujer las dos nuevas noticias, la de su despido y la de su infidelidad hacia ella.

lunes, 1 de octubre de 2007

a un viejo amor (y un homenaje a Carlos Gardel)

Cuando las palabras no son lo que puedo expresar, su boca me deja ver, contra la pared.
Con las alas plegadas se alejo de mi, dejando su estela, su cruenta silueta recortada en la penumbra.
Me abrazó la mañana y un sol celestial, rodeado de extrañas figuras, rasgando la luna por un poco de pan. Y vos ya no estas, tu cara en la pared se desdibujo.
Con las alas plegadas también yo he de volver.

Las Tardes, Los Domingos

En las tardes de calor cuando a veces se va el sol uno vuelve a creer que aún hay esperanza. Ya no miro la TV, ya no hay lo que hubo ayer. Sólo muertos, en la cama.
Y es mi radio cerebral la que no puedo para que me dice que me vaya..
NO TE BANCO MAS A VOS, Ni a Tu Hermana.
Son las cosas normales que me pasan los domingos, al atardecer.

domingo, 23 de septiembre de 2007

La teta.

Aún conservaba la frescura propia de la juventud, con sus 15 años gastados, dos hijos y la cabeza arruinada por el pegamento, Joana salía de la casilla de Villa Banana con su prole a cuesta. Rubia, por la burla de algún gen de uno de sus ascendientes germánicos que emigró a Misiones varios siglos atrás, flaca y sin pareja estable enfrenta el día nuevo, que empezó alrededor del mediodía, cuando su hijo mas chico se prendió solo de la teta materna tatuada por instinto. Tratando de hilvanar pensamientos se encamino por entre los pasillos para el Distrito, donde dan los Ticket. Sabía que si se dejaba tocar un poco por el despachante de la ferretería le cambiaría los tickets por Poxirran. De todos modos, ella no sabía si el niño que la despertaba todas las mañanas chupándole la teta no era hijo del despachante, es que algunas veces el precio del pegamento era un poco mas elevado que un toqueteo, y después de todo ¿si era del despachante o de un pariente que dormía en su misma casilla que diferencia había?. $50 en cuasi moneda: 1 sachet de leche, 1Kg de pan, 2 cervezas, 1 atado de cigarrillos y la latita de Poxirran, que delicia. Su primer hijo nació cuando tenia 12 años, justo 9 meses después que descubriera que podían penetrarla, inclusive con el consentimiento de su padre. Luego con el tiempo empezó a encontrar algún placer en tener un hombre encima, penetrándola, generalmente alcoholizado. Llegó al Distrito sobre avenida Pte. Perón justo a la hora del cierre. Ya casi no quedaba nadie por cobrar, desde las 8:00 incesantemente llegaban personas a engrosar la fila del medigadero oficial. Joana cobró sin problemas. Regreso a su casilla, su prioridad era una jalada a la bolsita, esperando encontrar ese minuto de satisfacción que gozaría antes del profundo dolor de cabeza que sólo otra jalada borraría. Pero esta vez no llegó, fue asaltada justo en la puerta de la casa. Ella y su hijo más pequeño murieron a causa de las puñaladas recibidas por un vecino. El hijo mayor se convirtió en su testamento viviente. Los velorios corrieron por cuenta del despachante de la ferretería, todo un caballero
La foto puede diferir del Ferretero que pagó el velorio.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

La triste historia de Román Basualdo

Una infusión tan cruel como es el Mate Amargo le traería problemas, lo sabía él y su entorno lo disimulaba bastante bien. Nunca nadie le dijo: -“Román, pará con el mate.” Aunque hubiera sido en vano, él era adicto ya. No concebía otra forma de pasar el tiempo que no fuera con una bombilla en la boca, con el sabor amargo que solamente conocen los que en esa adicción han caído. Román Basualdo, su primer actividad matinal, aún antes de ir al baño: poner la pava al fuego, y de allí casi nunca la dejaba enfriar. Llegó a consumir 2 kilos diarios antes de que el colon le estallara, pero hasta ese mismo día, el médico forense lo encontró con la bombilla en la boca.

martes, 18 de septiembre de 2007

El Flagelo

La situación social de la Argentina tiene un termómetro, que aunque muchas veces desvaríe (propio de los años que posee) mide la temperatura de la sociedad con suma perfección: la Sra. Mirta Legrand. Desconozco que nivel de rating alcanzará por los mediodías actualmente pero desde que tengo uso de razón la insoportable mujer, que hace mucho más de una década es septuagenaria, nos trae a la mesa los temas de actualidad.
Me encontraba compartiendo la mesa de mis padres cuando de pronto la Señora de los mediodias en laTV, hablando con el Ministro de Salud de la Nación sobre el flagelo de la nueva droga llamada “Paco” y los daños provocados por su consumo en la juventud, dijo, muy suelta de cascos: “...además hay que hacer algo, porque ya no sólo se consume en las clases bajas.” mientras movía la cabeza de un lado a otro como si estaría lanzando al mundo un verdad irrefutable. Me atraganté con la milanesa y empecé a putear como loco ante la atenta mirada de mis progenitores y hermanas. Entonces, antes de darles la oportunidad de preguntarme por qué rompía yo el santo momento de la mesa familiar les explique: “esa mujer acaba de decir, con otras palabras, que antes se morían solamente los negritos pobres, y ahora, que se mueren chicos de mayor poder adquisitivo, había que tomar medidas.”, pero lo mejor vino cuando hube cesado en mis blasfemias y los argumentos a mi familia de porque las profería, volviendo a prestar atención a la “caja boba” estaba la Señora, como si no hubiera dicho nada dialogando ahora con el recién electo Gobernador de Chubut, Mario Das Neves, Mirta en poder de la palabra le decía a un atónito Das Neves: “...que terrible. Si yo fuera presidente las dos medidas más importantes que tomaría serían sobre la Inseguridad y el Paco.” En ese momento esperaba que los funcionarios allí presentes les dieran a entender a ésta mujer está más cerca del arpa que de la banda presidencial. Muy por el contrario, éstos ponían cara de circunstancia. La falta de sensibilidad social junto a falta absoluta de buen gusto reinaban ese mediodía en esa mesa tan lejana y, lamentablemente, tan cercana, ya que todos los mediodías aunque se haga el programa en la ciudad de La Plata queda a tiro de control remoto de la mayoría de los hogares de la Argentina. Por otro lado, no sé si serán de este tenor todos los coloquios que en ciclo que conduce esta Señora se mantiene, puesto que por cuestiones laborales no tengo la oportunidad de presenciar esta aberración televisiva durante el período suficiente cómo para arrojar un resultado definitivo, pero, Sra. Mirta, esos funcionarios que estaban compartiendo con Usted la mesa, debieron haber hecho algo mucho antes, no sólo con respecto al consumo de Paco, sino antes de que esas clases bajas hubieran llegado a ser bajas.
El Pueblo argentino debería demostrarle a esta mujer que además de saber elegir Gobernantes y Legisladores puede elegir no mirar los programas resultantes de una mujer que no conoce al Pueblo.
Sra. Legrand, el Pueblo conoció el problema cuando se le morían vecinos o familiares que deambulaban como muertos vivos en busca de alivio a la vida horrible que le esperaba cuando pase el efecto de la droga que irremediablemente lo mataría, gracias a la inacción de los funcionarios que comparten su mesa, y eso fue mucho antes de que Ud. descubra que esa droga llamada Paco ya no sólo era consumida por la clase baja, puesto que esta clase es, aproximadamente, la mitad de éste País en que, desgraciadamente, también vive Usted.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Vuelta a casa

Sólo y otra vez sin nada emprendí el siempre difícil retorno a casa. Los martes por la noche la ciudad de Rosario se convierte en un desierto, que incluye los colectivos que se hacen notar por su ausencia en horas de la madrugada. Justo este momento me encontraba sentado en un umbral a las 2:30, sumido en razonamientos tales como “que distinto es esto de día” o “¿por qué las Trillizas de Oro no se dedicaron al cine erótico?” cuando decidí abandonar mi postura pasiva ante el mundo. Levantarme y andar, como Jesús le dijo al muerto, sería mejor que seguir esperando que pase un puto colectivo en esta ciudad de mierda. Mi viejo me decía siempre que no estuviera al pedo, que uno empieza a pensar boludeces, pobre, así terminó. Pero en el caso en que me encontraba tenía razón, prueba de ello son los pensamientos que describí líneas arriba, aunque bien vale decir que esos fueron los pensamientos confesables y cabe aclarar que estos, en las condiciones que me encontraba, generalmente son los menos.
Debo reconocer que caminar por un ciudad dormida y desierta posee un atractivo que no incluyen los paquetes turísticos. Se puede observar la perfecta línea recta que marca el cordón de la calle, la curvatura que la carpeta asfáltica tiene para que agua drene hacia los laterales los días de lluvia, y sobre todo la sensación de sentirse el último mortal sobre la tierra, al menos el último en dormirse. Y así me encontraba caminando, silbando el tango “Soledad” (...en la plateada esfera del reloj / las horas que agonizan / se niegan a bajar...) pensando en tener que levantarme para ir a trabajar dentro de tres horas mientras cada 10 pasos contemplaba hacia mi pretérito con la vaga esperanza de ver algún puto colectivo que me acerque hasta mi cama. En esta situación el odio hacia los empresarios de transporte lo mantiene a uno en una extraña vigilia que elimina el sueño y poco a poco las maldiciones van reemplazando el silbido, ya eran las 4:00, dos horas se me separaban del timbre del despertador. Caminando y maldiciendo me acerqué bastante a la mullida meta, bastante como para desistir de la idea de abordar una unidad de transporte urbano de pasajeros, un Bondi. Pero justo ahí algo dobló en la esquina algo que se parecía a un colectivo pero se veía como borroso, difuso. Cesé mi marcha maldiciente (por lo general cuando aparece el colectivo uno se olvida de llevar adelante todos los reclamos en la oficina de defensa al consumidor, juicios a la empresa, atentados y demás males que prometió durante la espera) y me dispuse a esperar que la unidad se acerque. “Que raro – pensaba yo – ¿si por Rodríguez no dobla ninguno?”. Parecía broma, a medida que se acercaba más confusa era la imagen. Pensaba yo que debía ser algún chofer que por medias de seguridad cambió el recorrido por uno que a él se le antojó en ese momento, práctica más común de lo que debería ser para mi gusto. No era el 141, ni el 148. En el letrero indicador sólo se adivinaba un color borravino, un rojo opaco, pero a la distancia no alcanzaba a distinguir más que la forma colectivoide de ese objeto que se acercaba a una velocidad inquietante, lenta. Ya n la esquina, me absorbió la inquietud, todo rastro de raciocinio desapareció cuando lo tuve delante mío: un colectivo íntegramente blanco con una especie de fuego opaco que brotaba de todo su contorno, el chofer: un bigotudo con gorrita de cuero, característico de tres décadas atrás, una reliquia, y todo el interior del bondi, incluido el bigotudo y los tres pasajeros exhibían una ausencia total de color, estaban en el mas riguroso blanco y negro que ni el mejor de los TV de alta definición pudiera reproducir, era un blanco y negro real y palpable.
Los misterios son misteriosos cuando uno no los presencia, una historia es misteriosa cuando alguien la relata, pero una vez en presencia de estos pasan a formar parte del paisaje cotidiano. Pensándolo desde este momento no entiendo porque no salí corriendo como un desaforado, no obstante le hice seña. El colectivo se detuvo, pero fue imperceptible la diferencia entre la marcha lentísima y la inmovilidad. Subí y todos me miraron, el Bigotudo, como disimulando, cortó un boleto y lo extendió en su mano gris. Tomé el boleto y me senté en el primer asiento de la izquierda, del lado que están los asientos simples. Yo conservaba mis colores naturales, pero el boleto entre mis dedos era del mismo gris que todo lo que me rodeaba dentro del coche del Bigotudo, que a esta altura me venía relojeando por el espejo. Gire la cabeza bruscamente y los tres pasajeros también estaban pendientes de mis movimientos, pero al instante disimularon: uno le daba cuerda al reloj, otro abrió un libro que llevaba consigo en cualquier parte y el tercero se hizo el dormido. El colectivo, por mas extraño que fuera, me acercaba hacia mi casa con la mismo exasperante lentitud que traía desde que dobló por Urquiza en Rodríguez. Al llegar a Vera Mújica doblo hacia el norte, me acerqué al Chofer de pelo en cara y lo inquirí: “¿Hasta donde va por Vera Mújica?“ y este haciendo el distraído respondió :”Vuelvo al centro, por Catamarca”. Ahí comprendí todo: calle Catamarca cambió de sentido hace 20 años, lo que abordé esa noche fue un pedazo de historia. Me baje y me volví caminando a mi casa. A esa altura tuve que ir a laburar sin dormir.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

El Mal como forma pura

Quizá sea la más abstracta de las formas de pensamiento: el Mal.
En sí mismo, pensado solo, sin un marco de referencia (“un mal tipo” o “una mala racha” o “el mal tiempo”) el mal es casi imposible de concebir.
Alguien supo explicarme una mañana que el Mal no existe, que es la ausencia del Bien, pero me pareció muy vago o de poco ejercicio mental evaluarlo inexistente. A partir de aquel día quedó en algún lugar de mi inconsciente y en esos momentos libres de la jornada o mientras conciliaba el sueño por las noches me ponía a reflexionar sobre el Mal como sustantivo, en sí mismo, la esencia de su sentido ontológico.
Desde un punto de vista moral, Mal es todo aquello que se opone, se plantea lo que esta bien y el resto es malo, lo amoral, el Mal. Pero no es el lugar donde pueda resolver mi dilema ya que fue previamente necesario pautar, preestablecer que estaba bien. Así que para los moralistas el Mal sólo es un antagónico que invade en la intimidad... una pedorrada de postura.
Desde lo religioso es un poco mas pluralista y varía según la religión. Las monoteístas son las más tajantes en esto: El Cielo o El Infierno. Pero cuidado... el Diablo (léase el Mal) era un Ángel, estaba antes del lado de los buenos, lo que nos indica que el Mal es un derivado o desviación del Bien. Ahora que lo pienso, nada mejor usado que la palabra “desviación” ya que los practicantes tratan de encarríar a los que abandonan la senda.
Los politeístas (me imagino innecesario explicar que es mono y politeísta) son más humanitarios, con dioses que se equivocan y son a la vez traidores y fieles; asesinos y salvadores; vengativos y piadosos. Una misma deidad es capaz de matar a un hijo durante una borrachera y después salvar al mundo sin ningún motivo aparente.
El más claro ejemplo de lo tajante que resultan las religiones monoteístas es el caso de Adán y Eva: cualquier religión politeísta hubiera reincorporado al paraíso a la primer pareja de seres humanos si el motivo de la expulsión fuera el hecho de que un miembro de la pareja en cuestión comió una manzana, o me va a decir Ud. que una manzana puede condenar a la humanidad toda... fuimos condenados y expulsados de la felicidad eterna por, cuanto mucho, $ 0,80... una bagatela.
Desde una óptica política, malos serían todos.
Desde la metafísica me da sueño, así que nunca llegó a desarrollar nada serio antes de quedar dormido.
Por Ejemplo... forma de Mal Puro: recuerdo una película, muy convincente en su trama argumental, que representaba el Mal con la Oscuridad. Hablaba de que el Mal Absoluto reinaría sobre la faz de la tierra y blabla blabla... pero cuando este Mal alcanzaba el dominio la pantalla se ponía negra. Uno imaginaba que la chica y el muchachito morían, pero la muerte no es el Mal, es la continuidad biológica de la materia orgánica.
No consigo hacer otra cosa que explicar lo que no es y estoy empezando a creer que soy filosóficamente vago.

mi casa

Ese olor empezó a cubrir toda la casa
Crecía con la humedad
Brotaba por la juntura de los mosaicos
O de las paredes.
No podía precisar por donde
Pero olía

Al poco tiempo todo apestaba
No pude detenerlo cuando empezó
En mi pieza
Lo atribuía al par de medias sucias
Pensaba que al sacarlas desaparecería
Ja! Que ingenuo

Ya lo sentía cuando entraba
Desde el pasillo
Aunque a veces pensaba que desde la esquina
Olería
Como cadáver
Enterrado...
Húmedo...

Que desesperante recordar eso
Pasé una semana entera rastreando ese olor
Tras los muebles, ¿carne podrida en la heladera?
Ya no me visitaba nadie
¿Sería la yerba en la maceta?
¡Que mierda¡ olía a culo de mono

Bueno ¿qué importa?
Ya me acostumbré

Es terrible la soledad...
Que feo huele.

Vacio

Si me propondría relatar el día de hoy, o los sucesos que me ocurrieron en su transcurso, quedaría cabalmente demostrado el vacío que atañe a mi vida, lo poco que en ella ocurre: resaca, sabor amargo y boca seca al despertar, reconstrucción de los hechos del día anterior, no pasó nada, empezar a ver como trascurre el tiempo, minuto a minuto. Además, acompaña esta sensación de vacío retrospectivo la seguridad de que si fuera el mismísimo emperador de la China o el más hacendoso investigador científico del mundo, al despertar por las mañanas la idea que de mí tendría sería idéntica, tal vez sin resaca (pues no se puede ser mandatario chino o investigador científico siendo alcohólico (distinto sería si hubiera puesto como ejemplo: presidente de U.S.A. o presidente de facto argentino con ínfulas belicosas)).
He descubierto que la Vida Light me tiene los cojones por el suelo, las pelotas hinchadas.
Esto de vivir en el agnosticismo más profundo, descreído de la posibilidad de existencia de absolutos, infinitos y Dios, idolatrando la posibilidad de que la tecnología cobije todas nuestras necesidades se me ha vuelto insoportable. Me ha llevado al extremo de no amar nada que no sea yo mismo. Me han descubierto muchas mañanas tomando mate mientras escuchaba música electrónica (sí, leyó bien MÚSICA ELECTRÓNICA) ¿qué me cuenta?...¿vio lo que se consigue con perseverancia y dinero?. Lograron que yo... si yo, el poeta enamoradizo, cultor de las músicas más obscuras que venían al mundo, lector de las plumas prohibidas por los poderosos y opresores lea Clarín y escuche música electrónica, esperando que la computadora resuelva todos mis problemas sentimentales y espirituales.
Hay momentos en que envidio sanamente (si es que la envidia sana existe) a los refugiados religiosos, que serían aquellos que, sobrepasados por los acontecimientos, buscan resguardo bajo el ala de Dios ; a los felices monógamos, que más allá de un sistema legal de definir la familia aman realmente 1 (una) mujer ; a los que abrazan ciegamente una causa social o política y no vacilan un solo segundo de sus vidas si es bueno o malo el dogma defienden aún sin fundamento. Cuanto más lo analizo más convencido estoy de que solo ellos consiguen algo similar a la felicidad, y yo permanentemente inquisidor, descreído de todas las convicciones ajenas, haciéndolas ajenas aún cuando fueran mías, no consigo más que un permanente y profundo vacío. Soy como el insecto, que después de revolotear junto a la lámpara que me da la luz para escribir estas líneas se quemó con el foco y ya no vuela. ¿Sentirá dolor este minúsculo organismo? ¿Por qué el dolor es algo ajeno en mí? es parte de eso que fue mío y ya no, ya es distancia.
Es de público conocimiento que los humanos de cultura occidentalóide conocemos las cosas por su opuesto (frio/calor, luz/oscuridad) y yo siempre explicaba que el amor se conoce por el odio, cosa que me provocó varias rupturas sentimentales aunque nadie pudo rebatírmelo. Pero este vacío no encuentra su opuesto en el lleno y es que no existe el lleno espiritual, mismo los Playeros de estaciones de servicio se hacen este planteo metafísico cuando en lugar de saludar nos plantean: -“ ...se lo lleno, Don?”. Que míerda es el lleno que me hizo conocer este vacío? o mejor... ¿cómo conocí el vacío que me mostrará lleno? ¿estaré en la senda de la plenitud? ojo eh...
Demasiadas preguntas y lo único que estoy llenando es el papel. Pero vean Ustedes: el llenar el papel provoca el vacío de la birome... ¡¡¡¡¿habré resuelto así el dilema que me aquejaba?!!!! no lo sé... solamente saco en claro que lo verdaderamente recomendable es escribir un rato... aunque no solucione nada. Muy probable es que me haya convertido en la “Fría Bazofia Humana” que descubrió José Ingenieros en su El Hombre Mediocre cuando habla de lo que resulta del Hombre cuando se apaga el “Ascua Sagrada” y que para mal de males, según asegura José, una vez apagada no vuelve a encenderse...

¿rosas?

La primera vez que encontré en un supermercado trapos rejilla rosa no entendí lo terrible que en sí mismo éste hecho significaba. Compre dos. Son tan blancos generalmente.
Sólo la nota en la sección Policiales (“Tres operarios textiles mueren en fatal accidente laboral”) que apareció a la semana de haber comprado estos dos trapos echó luz sobre el asunto.
Yo notaba algo humano en ellos... pero los chinos de la esquina los venden tan baratos que convendría comprar unos más, para tener...uno nunca sabe.

el Hombre informado

Hacía un largo tiempo ya que me dedicaba a leer noticias. Alguien me había advertido que esta conducta era una forma de abandonar la realidad, mi vida terminó por volverse insensible a todo aquello que pasa por mi alrededor y no está impreso en papel con formato periodístico.
Un día, leyendo el periódico local, me enteré que había muerto.
Ahora ya no tengo eso que tanto me molestaba, podré dedicarme sólo a leer periódicos.

Breve Fuego

Estoy mirando la mariposa y creo adivinar sus intenciones.
Pretende eclipsar el sol volando hacia él, cubrir la inmensa magnitud solar con su diminuto canuto alado; detenta esa cuota ególatra con la que su magnánima minusculidad consiga obnubilar a toda la humanidad.
Y ahí va... lo logra, lo logró.
Luego, tras una breve demostración ígnea todo volvió a la normalidad.
De la mariposa sólo quedan estas palabras que todos los días ordeno sobre el mismo papel, cómo si fueran sus cenizas.