Estoy mirando la mariposa y creo adivinar sus intenciones.
Pretende eclipsar el sol volando hacia él, cubrir la inmensa magnitud solar con su diminuto canuto alado; detenta esa cuota ególatra con la que su magnánima minusculidad consiga obnubilar a toda la humanidad.
Y ahí va... lo logra, lo logró.
Luego, tras una breve demostración ígnea todo volvió a la normalidad.
De la mariposa sólo quedan estas palabras que todos los días ordeno sobre el mismo papel, cómo si fueran sus cenizas.
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